Aún tenemos el buen sabor de boca que nos dejó la visita que realizamos al restaurante Alenda.
Muy bien aconsejados por la jefa de sala cuando realizamos la reserva, probamos el menú degustación, formado por dos aperitivos, 5 pases y un postre.
Ya desde el primer momento las exquisitas croquetas de jamón (sabrosas, untuosas, cremosas…) y los buñuelos de queso (bocado delicioso que te invita a repetir con 10 más), aventuraban que la experiencia iba a estar a la altura de nuestras expectativas.
Una vez comenzamos con el menú la jefa de sala nos indicó, muy acertadamente, el acompañamiento del vino.
El menú muestra una gran destreza culinaria, mimo por el producto de temporada, respeto y equilibrio en los sabores y sobre todo, las ganas de realizar algo con su esencia personal y que el comensal sienta que la experiencia sea única e invite a volver.
En la sala se nota también el mimo y el cariño que se dejan con cada pequeño detalle. Como por ejemplo el que tuvieron con nosotros al enterarse que estábamos de celebración.
Si encima, a la experiencia culinaria le sumamos la agradable sobremesa que tuvimos con ellos el resultado es inmejorable.
Gracias por este regalo que ha sido el visitar vuestra casa.
Tenía muchas ganas de ir y las expectativas muy altas.....y las cumplió con creces, desde el momento en el que entras te das cuenta de que es un sitio especial y así te hacen sentir con el servicio, la comida estaba elaborada con mucho mimo y al detalle , sinceramente que salgan a la huerta a coger productos que minutos despues tienes en el plato es otro rollo,más que una comida fue una experiencia, volveremos siempre! Este restaurante va a llegar a ser muy TOP en Asturias, mis felicitaciones a Lola e Iñaki!
Situado en las inmediaciones de Villaviciosa, en Castiello de Selorio, el restaurante aparece a poca distancia de la salida de la autovía, con prácticamente nada a su alrededor. Lo primero que te llama la atención es el jardín tan bien cuidado que tienen al pasar la verja.
Una vez dentro, Lola nos atendió desde el principio haciéndonos sentir como si estuviésemos en nuestra casa. Casi ni me fijé en el comedor, porque al ir con nuestro chihuahua nos tenían reservada una mesa en la terraza interior, un verdadero remanso de paz con vistas a su huerto y sus árboles.
Opción de carta y menú degustación, que elegimos sin dudarlo, adaptándonos uno de lo pases para que mi pareja esquivase la ostra.
Después de unos panes espectaculares y una mantequilla aromatizada inolvidable, resultaron impresionantes los Ninyonakis de queso asturiano, el Bonito, la Merluza y la Ternera asturiana (una carrillera que se deshacía en la boca). La mano que desde la cocina tiene Iñaki con los pescados, de primerísima calidad, pone el listón muy alto.
Un peldaño por debajo están el muergo (la navaja gallega), algo escaso de sabor, y la croqueta, que pese a tener una textura buenísima no alcanzas a reconocer a qué sabe (es de leche fresca, pero se queda escasa de potencia). La ensalada líquida es un chute de frescor, pero al venir en un vaso de chupito nos supo a poco. La alternativa a la ostra, que estaba bien, sin más, fue un tartar de calamares en su tinta con cebolla roja, que tampoco nos apasionó.
El postre, asombroso en forma y sabor. Te esperas una textura abizcochada, pero te encuentras con una especie de helado de chocolate alveolado, tipo esponja, que, acompañado por una quenelle de cacahuete salado conforma uno de los mejores postres que hemos probado últimamente.
El precio del menú es de 65€ por cabeza, lo que sumado a las consumiciones tuvo como resultado en torno a los 140€. Relación calidad-precio maravillosa. Por la calidad de la comida, por el servicio fantástico y por el buen rato que pasamos en su fenomenal y tranquila terraza, arreglando el mundo con Lola antes de irnos. Es un sitio para volver sin duda, y para disfrutar sin prisas y dejarte llevar.
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