Restaurante en un edificio impresionante que ya avisa que estás entrando en un espacio muy especial de Sevilla. Madera y azulejo sevillano. Te acompañan a la mesa y te sientas ya frente a una vajilla de la cartuja sevillana. La atención es algo fría. Correcta pero muy muy distantes. Si le preguntas sobre algo es posible que intenten ver que estás en un sitio muy por encima de tus posibilidades y por eso no entiendes y preguntas. Una pena. La carta, muy muy reducida. Al parecer y por lo que veo en las reseñas siempre ha sido la misma, y por eso es tan buena. Pero nos quedamos con las ganas de encontrarle el sabor de las cosas. Todo es correcto. Escaso pero bien presentado y suficiente sin tirar cortes. Si vas con hambre saldrás con algo de ella. El lechado al horno le faltaba intensidad y muy muy escaso. Pidimos dos y nos trajeron un plato a compartir. Luego pagamos dos, claro.. O el bacalao, en una cata a ciega no hubiera sabido que comía. Ni siquiera el helado tenía calidad para el precio que tiene. Helado normal en bolas. En mi opinión la calidad no está en consonancia al altísimo precio de la carta. Supongo que el espacio hay que pagarlo también, como las servilletas de hilo o la vajilla. La mesa estaba escasamente vestida. Le faltaba un sobre mantel individualizado cuando hablamos de restaurantes de ese nivel. Entre otras cosas. Lo recomiendo como espacio de visita. Si llevas a alguien le impresionará. pero no tuvimos la suerte de otros compañeros que han reseñado mejor que yo. Por lo que veo también, el servicio de redes es mucho mejor que el de restaurante y están atento y responde a todas las reseñas. Un 10 a los encargados de las redes sociales.

Comí allí para celebrar un cumpleaños de un familiar. La comida es exquisita, el servicio es excelente y es un lugar muy tranquilo, donde se puede charlar sin tener que hablar a voces. La morcilla con arroz es probablemente la mejor que he probado fuera de Burgos (no tiene nada que envidiar a las burgalesas). Disfrutamos también cochinillo y cordero lechal, ambos muy sabrosos y bien hechos. Lo acompañamos con patatas asadas (también riquísimas). Por último, yo tomé de postre milhojas con crema. El hojaldre era muy fino y dulce y la crema suntuosa. Algunos familiares míos tomaron de postre el postre de chocolate y la tarta de queso, que también estaban muy buenos. No tuvimos que esperar demasiado para nada, y estábamos bien atendidos. Para finalizar, es un excelente lugar para celebraciones como para la que fui yo, pero no es recomendable ir si no quieres gastar mucho, ya que la calidad tiene un precio.