Aunque el restaurante es pequeño, es acogedor.
Pedimos unas bravas cuya salsa nos gustó bastante. Las croquetas estaban realmente ricas, con un interior líquido estupendo.
El brioche de calamar así como el hojaldre de bacalao muy buenos los dos, aunque algo subido de precio ambos para el tamaño que tienen. Son del tamaño de una tapa (2-3 bocados) y rondan los 9€ más o menos.
De postre, pedimos la tarta de queso, que aunque nos avisaron de que su sabor era un poco intenso, yo personalmente la noté bastante suave. También pedimos el flan, que de ambos postres fue el que más nos gustó.
Vinimos por “la mejor croqueta del mundo” y, aunque bastante buena, volveremos por el resto de platos.
Nos decidimos por el Menú Degustación (40€ por 3 snacks, 1 principal, 1 carne, 1 pescado y postre) y menudo acierto. Nos han encantado todos los platos, a destacar las volandeiras, la alcachofa con carbonara de anguila y el tiradito de corvina. Y mención especial a la tarta de queso.
Muy buen ambiente y el servicio ¡de 10!
En general nos gustó todo bastante y el personal bastante atento. La única pega quizás es que el precio del menú degustación es excesivo para la cantidad pero la comida estaba muy buena, especialmente el ceviche, las croquetas y la tarta de queso
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