Fuimos 4 de familia. Cuando llegamos nos pareció un sitio muy tenebroso y no sabíamos si era o no un restaurante. Nos atendió la hija de la dueña y nos llevó a un salón de piedra que parecía una cueva donde estábamos Solos. No sabíamos que era menú cerrado y nos iban trayendo la comida en plan sorpresa 😅. Empezaron con unas lentejas que, al estar de vacaciones en un hotel, nos supieron a gloria!! Comida casera total. Después unos panes con jamón y tomate muy buenos. Luego una tortilla de patatas que era finita pero estaba muy rica. Cuando ya pensábamos que ahí pasábamos al postre, nos trajeron otra tortilla más....y luego unos solomillos en salsa súper buenos. Tuvimos que dejar porque no nos llegaba para más... pero no, pudimos con el flan de huevo casero que estaba espectacular. Luego nos trajeron dos botellas de licor para que nos echáramos lo que quisiéramos. En resumen, entramos muy escépticos y salimos encantados. El trato de la propietaria muy cercano y amable. Nos dejó visitar la capilla de la casa que tiene más de 300 años. La casa es espectacular aunque bastante dejada, al menos los alrededores. Volveríamos a repetir sin dudar.
Sergio Domingo Hernández
+4
Un sitio de toda la vida. Recomendada parada ahí si estás por la zona. Menú cerrado, 100% casero por lo que parecía y a nuestra niña le encantó el sitio.
Estuvimos hace unos días. Nos pareció pintoresco por fuera y no nos defraudó. Hay que ir con ganas de comer. No tiene carta y el menú es cerrado, a mí me parece un sitio bastante económico. Si hay algo que no te apetece del menú, se esfuerzan en darte soluciones. Todo es como un poco exagerado, pides un sólo con unas gotas de coñac, te traen la botella... si eres de comer casero y tienes claro el baile de fuentes por las mesas. Este es tú sitio.
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