Bonito restaurante buena comida y buen servicio. Tomamos la lubina a la sal, el solomillo, y callos. Todo excelente. De postre, especial mención para la tarta de queso, espectacular.
Muy espacioso, limpio y bien decorado.
Los platos elegidos muy bien elaborados, aceptables en cantidad y de precio asequible para la zona. La carta no es muy amplia y le faltaría a mi entender algunos entrantes más...
Mesas bien separadas, amplitud de movimiento y medidas COVID respetadas. La terraza muy agradable.
Le hubiera puesto quizás más puntuación de no ser por el "feo" detalle del metre de no ofrecernos algún licor como hacía con otros comensales, no creo que fuese un despiste. Algo que nos sentó muy mal y nos fuimos lamentándolo.
Por el contrario, los camareros muy amables.
Visita de viernes de marzo a las 15.
Mesa bonita y agradable, distancias grandes, el comedor es muy amplio en L y también cuentan con una terraza techada de buen tamaño.
Camarera ultra agradable y super atenta, servicio de ese que da gusto encontrar.
Carta de tamaño perfecto: un poco de todo.
Solicitamos ayuda con los tamaños porque no sabemos cómo son las raciones y nos comentan que algunos platos, aunque no hay medias raciones, se pueden ajustar.
Nos comentan los fuera de carta y hay un tomate que nos hace sonar la campanilla y abrir los ojos muy fuerte. Tomatazo de ese que con un poco de buen aceite y sal es una maravilla. Delicioso.
Es temporada de potaje de vigilia, y también se encuentra fuera de carta, pero hay otro plato de cuchara que nos llama muy poderosamente: Verdinas en salsa verde con almejas.
Maravillosas, además como es a compartir nos lo traen ya emplatado individualmente, ojo cuidado es un plato muy potente como para comérselo entero, aviso. Sabor a pescado, verdinas en su punto justo, caldo del que rebañar.
Lubina a la sal. Nos apetece pescado y la lubina es para dos, no se hable más. Acompañada de patatas panadera.
Llega recién salida del horno, con la sal por encima aún, y nos la emplatan en una mesa auxiliar al lado de la mesa. Me encanta el pescado a la sal por lo fácil que se hace y lo jugoso que queda. Está buenísimo y lo terminan con un chorretón de AOVE Trilloliva delicioso.
Yo ya estoy bastante petada, pero hay un postre que ya he visto en sus redes y que no me puedo ir sin probar.
Mousse de madroño. Nos pregunta el encanto de camarera que si hemos probado el madroño antes y no, ninguno. Nos avisa que no es dulce y es ácido: yo ya no necesito saber nada más, conquistada.
Una mousse muy ligera, lo cual se agradece, y con un punto ácido perfecto, ¡no sé cómo no hay más postres con esta fruta tan madrileña!
Para terminar la comida aparece algo en la mesa que hace mucho que no veo: ¡licores! Me recuerda a comidas o cenas grandes con amigos, a ponernos hasta arriba de chupitos antes de seguir nuestro camino.
Genial experiencia muy tradicional en un entorno elegante, esa carta de entrantes merece un repaso detenido y pudimos observar en otras mesas la pintaza de platos como el arroz con carabineros, la ensaladilla y los torreznos. Mejor reservar.
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