Mi pareja y yo hemos tenido oportunidad de comer en este lugar hoy. Nada más llegar nos han atendido muy amablemente nos han llevado a nuestra mesa. La carta es escueta. Sin embargo, esto es un pro dado que invitar a probarlo todo. Mención especial para la tortilla de patatas (está fuera de la carta, pero no dudéis en pedirla). El restaurante cuenta con poco espacio por lo que es muy recomendable hacer una reserva previa. Volveremos sin duda.
Fuimos específicamente porque nos habían recomendado mucho la tortilla. Y valió la pena, es espectacular, diría que la mejor que he probado.
El sitio es pequeño, íntimo, con una decoración muy cuidada. Nos sentamos en una mesa alta que era lo único que había libre, en unos taburetes altos sorprendentemente cómodos. Muchas veces cuando los locales están llenos se vuelve difícil hablar y terminas con la cabeza hecha un bombo, pero aquí se podía mantener una conversación tranquila.
Todo lo que pedimos estaba buenísimo, pero destacan por mucho la tortilla y la tarta de queso payoyo, que son imprescindibles. Pedimos también el tartar de bonito, y la terrina de cochinillo, muy buenos también. Por ponerle un pequeño pero, no nos gustó demasiado el puré de patata que acompaña a la terrina de cochinillo.
Lo mejor el steak tartar.
La tortilla de patata está buena, quizás un poco sosilla, pero ese siempre va al gusto de cada uno, la ensalada de pimientos fresquita y rica.
Recomendaría mejor sentarse fuera que dentro, ya que de día se queda el local un poco oscuro.
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