Llegamos por casualidad ya que buscábamos un lugar donde empezar a tomarnos un par vermús antes de ir a comer. Aunque poco a poco fue llenándose, tuvimos la suerte de que aún no estaba muy concurrido y pudimos sentarnos en una mesa alta, serian las 14h aprox.. El local no es muy grande pero es acogedor. Tiene una pequeña barra al fondo donde puedes pedir lo que desees y los chicos se encargan de acercártelo a la mesa.
El vermut, sin ser de los mejores de Madrid, es correcto y está bastante bueno; las tapas que te ponen acompañando tu bebida son bastante generosas y se nota que ponen ganas y mucha intención en mostrar unos platillos sabrosos (las disfrutamos mucho); y la atención, además de muy agradable, resultó de las más rápidas que he encontrado en una taberna.
Sin duda volveremos a seguir probando su propuesta.
Solamente fuimos a tomar unos vinitos, pero la gente siempre ha hecho hincapié en que se come fenomenal.
Además, hubo un detallazo por parte de uno de los camareros: alguien perdió un casco Bluetooth inalámbrico, y éste bajó la música para pedir silencio y preguntarle a todo el local si era de alguien, cuando cualquier persona normal se hubiera callado.
Esta es nuestra experiencia, muy buenas tapas, muy buen trato, buen ambiente, local pequeño, la cerveza está buena, sitio calidad precio, muy a tener el cuenta, repetiremos seguro.
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