Fui a comer con mi familia a este restaurante. El local lo han reformado pero mantiene la esencia de los restaurantes De María con su madera y su parrilla a la vista del cliente. De entrante como aperitivo te ponen cava, un vasito de gazpacho y unas bolitas de queso. El aperitivo está rico pero me hizo gracia ver que lo cobran después cuando es algo que no pides y de lo que, en principio, puedes prescindir. De entrante pedimos unas flores de alcachofa a la brasa con sal y un chorizo criollo. Como segundo pedimos rape a la plancha y entraña fileteada. Ninguno de los platos principales trae guarnición, por lo que pedimos aparte una patata asada y unos pimientos asados. Ambos platos estaban ricos. La carne especificar el punto mejor porque por lo general la sirven poco hecha, de hecho nosotros pedimos que nos la pasaran otro poco por plancha pero aún así estaba jugosa. De postre pedimos dos “pájaros tropicales” que consiste en una cáscara de piña rellena con trozos de piña y crema, y por arriba una capa de azúcar tostada como la crema catalana. El postre no merece la pena pedir este, está rico pero apenas tenía nada de relleno. La crema era casi inexistente y tenía muy pocos trocitos de piña. El servicio fue lo que falló un poco en el aspecto de que no estaba el local lleno y tardaron mucho en servir entre plato y plato. Además, cuando nos trajeron las alcachofas al ir a servirlas había un plato en el pelo, el cual es cierto que nos retiraron sin poner pega y nos sirvieron otro nuevo. La comida no está mal y las raciones están bien de tamaño pero creo que el precio es exagerado. Cobrar 26 euros por un pescado a la plancha me parece un poco desorbitado. Cierto que quizá se paga la ubicación en pleno centro de Madrid.