La verdad es que cuando llegas y lo ves de fuera,no parece que lo que hay dentro es verdaderamente espectacular. Una vez que entras,tienen unas mesas,entiendo que son más para comer informal,porque el potencial lo tienen en el comedor adyacente que tienen,y que cuando nosotros lleguemos estaba todavía cerrado,vamos que abrieron para nosotros,me sorprendió que estaban todas las mesas reservadas. El servicio que nos presto el camarero fue algo fuera de lo normal,se notaba que disfrutaba con su trabajo,y estuvo en todo momento pendientes de nosotros,y explicándonos tanto los platos del chef que habían para ese día,como anécdotas que le habían pasado a él personalmente,es una pena,y todo y que le pregunté por su nombre,y ahora no me acuerdo. La comida,pidáis lo que pidáis,no os va a defraudar,nosotros de entrantes para compartir pedimos croquetas y callos,que según el camarero tienen hasta un premio,por los mejores callos de España,y la verdad es que se disfrutaba de tremendos callos,y las croquetas exquisitas,de segundo,carrillada,canelones,hamburguesa y paletilla,absolutamente todo se deshacía en la boca,y los postres tendrían que tener mención especial,porque estaban buenisiiiiiiiiiiimos. El ambiente fue muy agradable,vamos que nos encantó el lugar,el servicio y la calidad de la comida,lo que menos nos gustó fue que el precio para nuestro bolsillo fue un poco elevado,pero por lo demás volveríamos sin dudarlo.

Fantástica comida la calidad excelente y la cocina tradicional sobresaliente, por no hablar de la gran bodega de vinos españoles y europeos. Muy recomendable