La mente siempre trabaja en modo relativo. Somos incapaces de analizar en términos absolutos. Nos estallaría la cabeza si tuviéramos que analizar el coste de un tornillo, la goma de una rueda, el plástico de un parachoques, la tela de un asiento o el metal de una puerta antes de decidir si nos compramos un coche o no. Y así con la lavadora, la ropa o el menú del día. Todo nuestro análisis vital es relativo, se basa en la comparación con experiencias previas, propias o ajenas. Por eso es imposible hacer una reseña lógica y fiable de Ovnew. Porque no se puede comparar a nada. Lo más cercano que se me ocurre sería como ir al Circo del Sol y encontrate a Dabiz Muñoz cocinando para tí, en exclusiva. Y digo Dabiz Muñoz porque pueda resultar más conocido, pero no lo cambio por las honestas y punzantes delicias y lo que nos hicieron sentir dos grandes Chefs imposibles de etiquetar: Jaime Lieberman y Jon Giraldo. Lo de Ovnew es de otro planeta. Lo que comes es genuino, magnífico, único. Alimentos e ingredientes desconocidos maridan con sabores cercanos y muy fáciles de disfrutar. Pero lo más grandioso no es lo que comes, sino lo que sientes mientras comes. Olores, tacto, audio, vista... Jon y Jaime (JJ, solo recuerdo a un JR más grande) han compuesto una sinfonía perfecta en torno al momento grastronómico. Y con esto no me extenderé, porque por mucho que te cuente, hay que vivirlo. Por suerte cada vez hay más restaurantes recomendables en el mundo. Pero si no existiera Ovnew habría que inventarlo Ya! Sin duda Ovnew ha abierto un camino nuevo, almenos ha tomado con decisión una arriesgada dirección que debemos agradecer. Gracias JJ y... ¡Larga vida a Ovnew!