Un sitio muy bonito y acogedor , servicio al cliente muy amables y buenos, la comida bastante bien!
Sin duda ninguna, las croquetas y las bravas están entre las 10 mejores que hemos comido nunca. Cualquier cosa que pides no está buena, está exquisita. Lugar con encanto y personalidad propia, dueño detallista y decoración muy orgánica y acogedora.
¡Volveremos!
Vine con mis padres para celebrar el cumpleaños de mi madre, y no pudimos salir más contentos. Para empezar, el restaurante es muy acogedor y con un estilo muy personal. La comida es simplemente deliciosa, y además pedimos recomendaciones al camarero que nos aconsejó pacientemente y nos dio mucha información sobre los productos, de manera que nos fuimos con un par de cosas aprendidas a casa. Vaya, lo que ya no te encuentras en ningún sitio que no te cueste un riñón. Comimos la tabla de quesos, croquetas de queso y xampiñones, la morcilla y las berenjenas. Todo para chuparse los dedos.
Además, había olvidado traer velas y el camarero, que además era muy simpático y atento, me arregló un postre y le puso velas él mismo. Por si esto fuera poco, justo se les había estropeado la máquina de café, y cuando vio la cara de mi padre (que no puede vivir sin café) nos dijo que no nos preocupáramos, se fue no sabemos dónde ¡y nos consiguió un café! La verdad es que da gusto comer en sitios donde se nota que los trabajadores quieren el establecimiento y disfrutan con su trabajo.
¡Superó nuestras expectativas, totalmente recomendable!
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