Es un sitio algo peculiar a la vez que hogareño, con pocas mesas con lo cual hace que sea muy reservado. La comida es muy especial, muy en la línea de un menú de estrella Michelin. Muy buen servicio. Nos dejaron estar con el perro en la terraza.
Jorge Juan Díaz Cardos
+4
Un restaurante muy peculiar. No hay carta (ni precios), y está en una casa particular. En primera línea de playa, todo muy bonito y diáfano, con jardín para tomarse el aperitivo y los niños pueden despejarse. La comida AB-SO-LU-TA-MEN-TE ESPECTACULAR. Almendras fritas para picar y un buñuelo de bacalao para cada uno muy esponjoso y sabroso. Una ensalada con pera al vino, stilton, jamón, hojas verdes... crujiente, sabrosa....tan sencilla y tan rica. Luego sepionet en cama de puré de berenjena con ajo y espinacas. Una realización muy fina. Y el arroz, qué arroz. Con langosta. Seco pero ligeramente meloso. Muy muy bueno. Las cabezas de langosta servidas también. Y ya el postre con sus cortados de Nespresso: empanadillas de boniato, tarta de chocolate y crema inglesa helada con mango. Pelea de opiniones por cual de los tres estaba más rico. Y de regalo, unos limones del huerto. Maravilloso. Pero dos grandes pegas, el precio, 3 adultos y de niños pequeños, 216,50 euros. A 50 euros la ración de arroz. El precio no por alto, que lo era pero la comida lo merecía. Sino por la sorpresa. Y segundo, sólo en efectivo. Menos mal que, de casualidad, entre los tres, rascando nuestras carteras, logramos reunir la suma. Y por cierto, escasa opción de vinos y cavas, pero todos buenos, a mi entender.
Gracias a Rosa ❤️ por su hospitalidad, por la excelente cocina, por el ambiente de relajación total, conversación sincera y vistas fantásticas!
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