Este lugar lo conocí hace 10 años , como poco, a través de unas amigas que lo visitaban desde hace años, y he vuelto 2 veces cada año. Con 101 años de historia y atendido por herederos de la familia original. De esos lugares que ya no quedan. Para alojarse, son unas habitaciones espaciosas, sencillas pero muy acogedoras, con baño amplio y cómodo. Con ascensor para personas con dificultad por escaleras. Luego está lo que más llama la atención del hostal: LA COMIDA!!! No puede ser mejor en calidad precio. Comida deliciosa y variada, con gran variedad y especialidades propias, como las patatas enmascaradas del Arc de la Creu, no las de Olot, como ellos dicen... Tienen menú de semana y fin de semana para comer y cenar. Y se puede hacer alojamiento con media pensión o pensión completa, que son muuuuy convenientes. También va mucha gente solo para comer y pasear. El personal bastante amable. El pueblo donde se sitúa, Vidrà, es precioso, pequeño, limpio, muy tranquilo, para relajarse. De campo total, con vacas y caballos por doquier. Para ir con familia o en pareja. Vía muy concurrida por ciclistas y motociclista. Con muchas rutas cercanas para caminar con baja dificultad, como El Salt del molí, un lugar precioso Vamos, más que recomendable.