Cada día que vamos es una experiencia para todos los sentidos. Lo descubrimos hace poco más de un año y no hemos podido dejar de repetir para degustar el menú de cada temporada. Propuesta renovada en cada ocasión, cuidada al más mínimo detalle y siempre sorprendente. El trato en sala es genial, nos gusta mucho dejarnos llevar por las sugerencias de Mario. En la última visita también tuvimos la ocasión de ver a Sergio presentar sus platos. Gran tándem los dos hermanos.

Tienes que tener claro que vas a disfrutar de un espectáculo gastronómico, no vas a ir a cenar y punto. Te atienden de forma personalizada y se preocupan por tí, por tus gustos y tus alergias, intolerancias, ect. Todos los platos, servidos en espectaculares pedazos de piedra tallada, son explicados en elaboración, orígenes y motivos. En boca explosionan distintos sabores y delicadas texturas. El menú degustación consta de 12 platos que de primeras por el tamaño piensas que saldrás con hambre, pero en la evolución de los platos, comienzas a sentirte cada vez más lleno. En todo momento se preocupan de que tengas bebida y no escatiman en servirte distintos vinos. Es maravilloso y casi perfecto. El local es pequeño con unas 6 mesas de distintos tamaños. Mi crítica es respecto a que en la factura te cobran un servicio de mesa y pan y este último no existe como tal porque se cuenta como un plato dentro del menú. Por contra, te ponen un servicio llamado "armonía" que es un precio fijo por todas las consumiciones que me parece razonable. Recomiendo ir a experimentar nuevos sabores.