Increíble experiencia, mesón con todos los detalles que te hacen sentir en casa, comida de calidad estupenda al igual que su atención, carta con platos tradicionales y tarta de piñones de las mejores que he probado, 100% Recomendado, volveremos
Víctor Manuel Gomez Callejo
+5
Restaurante de toda la vida en todos los sentidos: antigüedad y oferta gastronómica. Su situación, adherido a uno de los bloques de viviendas que dominan el paisaje del barrio, le da un aire rústico y de reliquia. Carece de barra, así que allí se va a comer sentado a una mesa, en una sala de un tamaño que no la convierte en un ruidoso comedero de masas. La decoración pretende evocar la imagen de un mesón castellano o aragonés, con las paredes tapizadas de las inevitables fotos de famosos, que en ciertos casos ya dejaron de serlo y dan un poco de pena. La carta es reducida, clara y sorprendentemente sencilla. Se echan de menos platos a base de verduras. Los boquerones al ajillo son extraordinarios y los riñones fabulosos. Los precios no permiten frecuentar el restaurante, a menos que se disponga de jugosos ingresos y rentas, pero parece difícil que un comensal se retire insatisfecho o se sienta engañado. El servicio es rápido y eficiente, con la intención manifiesta de que el cliente se sienta cómodo y relajado. La comida que todavía se denomina tradicional, ya está dejando de ser habitual en hogares y figones, así que no sería inesperado y sorprendente que un establecimiento como éste se convierta en una especie de museo etnográfico. Y no sé si entonces podrá mantenerse abierto.
Restaurante de toda la vida, pequeñito, pero con el encanto típico de un mesón, la comida es buenísima, la atención excepcional, fuimos el mes pasado y volveremos
Comida muy, muy rica. Los chipirones espectaculares. Por ponerle un pero, el salón es muy pequeño y el ruido se hace molesto. La ensalada con huevo y atún abundante pero mal escurrida y hace que pierda sabor. La atención más que correcta.
Un must. A destacar siempre el excelente trato recibido en todas y cada una de las ocasiones, la amabilidad, la cercanía y la simpatía del personal. No puedes dejar de probar los boquerones fritos, el morro a la brasa o los asados (cordero y cochinillo), haciendo especial mención al chuletón de cebón, que es absolutamente espectacular. Los postres son una locura, pero la tarta de piñones es directamente una brutalidad (reserva antes si no te quieres quedar sin ella). Recomiendo reservar mesa porque siempre está hasta arriba. Un 10.
Mesón tradicional Español, caro pero pagas por la calidad que comes. Los camareros muy amables aunque al principio tuvimos un encontronazo porque reservamos para 4 y luego fuimos 5, se resolvió enseguida y la atencion de 10. La comida de 10 tambien y el lugar acogedor. Es la octava vez que voy y de verdad que si tienes un compromiso y quieres acertar, este es tu lugar!!
Me encanto este lugar, todo 10.
Lo recomiendo 100%
Hemos vuelto al Molinero y la experiencia maravillosa como la última vez, producto servicio y buen vino un Petit Verdot Maravilloso
No os lo podéis perder
Lo conocemos hace más de 25 años... Producto buenísimo de cordero asado y carne en general. El cogote de merluza espectacular. Y el personal supercercano y amable. Vamos siempre en familia y es un lujo tenerlo en el barrio.
Fuimos a cenar,pedimos pulpo,boquerones al ajillo y solomillo, estaba todo muy rico,los camareros fueron muy amables y atentos ,las cervezas súper fresquitas, el sitio es acogedor, pero cuando fuimos había mesas grandes de muchos comensales y era muy ruidoso.
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