Tiene todas las virtudes de la atención esmerada de un dueño que lo mismo hace la compra diaria que atiende en la barra y su mujer en la cocina. Pocas mesas para una atención exquisita, y poca variedad a cambio de una calidad y frescura incomparables. Un claro ejemplo de que las apariencias engañan,
Un rincón escondido en Gijón, con una comida excelente (sobretodo pescados) y un trato muy cercano. Muy recomendable.
Estaba bastante bien, pero ya esta cerrado...
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