La pasión y el amor por el sushi DE CALIDAD, así, con mayúsculas, se concentra en un rinconcito ubicado en los puestos 63-64 del Mercado Central de Cádiz, llamado Gadisushi. Y allí fuimos, conducidos por buenos amigos y por las múltiples referencias recibidas a través de redes sociales, donde las fotos y opiniones de los visitantes ya me hacían salivar. No obstante, confieso que era cauto, pues como buen amante del sushi, devorador compulsivo, son muchas las ocasiones donde me he visto frustrado por la mala calidad del producto, la incorrecta preparación del arroz o la desvirtuación del plato con aliños, condimentos o preparaciones desastrosas. Aquí tres elementos añadían ilusión especial a la experiencia y elevaban las expectativas: la recomendación de mis acompañantes, habituales del lugar y con selecto criterio; la ubicación del local, que necesariamente, sí o sí, tenía que aprovechar la innegable calidad del productazo que el propio mercado y la lonja gaditana ofrecen; y el promotor del invento, Mauricio Navascues, al que he seguido en sus tutoriales durante el confinamiento y del que he aprendidos tips muy útiles para la correcta preparación y "arquitectura" del sushi.
Y expectativas cumplidas y ampliamente superadas. Lo que siguió a las estupendas cervezas heladas japonesas fue un festival, un desfile de alta costura, toda una declaración de amor al sushi. Sólo lo servido al inicio, a modo de entrante, ya me enamoró. Monográfico de atún rojo de almadraba, en este caso con guiños a otras culturas con las que es habitual mezclarse la japo. Y así, un espectacular tirarito de atún, al modo nikkei (fusión Japon-Perú), con aliño justo, respetando el producto, y el toque fresco y abundante del apio; y pequeños pokes de atún de tintes hawaianos, con poco arroz para respetar lo importante, alga wakame y un poquito, solo una chispa, de aceite de sésamo. Lagrimones nos caían, madre mía qué delicia.
Y comenzó el desfile. A partir de ese momento la sucesión de nigiris, mis piezas favoritas, fue un espectáculo. Ventresca de atún, salmón, mero... todos los pescados fresquisimos, excepcionales, con el corte y longitud perfectos, y el arroz en sincronizada armonía, suelto, esponjoso, equilibrado en vinagre, azúcar y sal, sirviendo al pescado y evaporándose en boca como una pompa de jabón. Y temperatura perfecta, alejado de la nevera como de la peste. ¡Nada de esa locura indeseable de otros lugares de meter el sushi en la nevera! Los toque sutiles que acompañan las piezas, como lima, teriyaki, mostaza, chile u otros, o las técnicas puntuales como el flambeado a soplete en algunas presentaciones, eran divertidos y aportaban variedad, pero insisto, todo equilibrado y con mesura. La salsa de soja que se aportó a la mesa quedó como una mera cortesía, nadie hizo uso de ella, no fue necesario. Hay lugar, claro, a experimentos suculentos y bien parados, como el nigiri de anguila con foie con el que nos sorprendió Mauricio, intenso, "solo para adultos" y disfrutones, delicatessen.
No faltó el plato estrella, uno de los buques insignia del lugar, el descomunal y sabroso Godzilla, y bien parece que tuviéramos al mítico monstruo en la mesa. Un uramaki divertidísimo, nada que ver con la elegancia de los nigiris, pero variado en texturas y sabores: langostino frito, aguacate, salsa rosa japo y masago. Todos lo disfrutamos, las niñas enloquecieron, ese crujiente en boca era el rugido de los kaijus de las pelis.
Mauricio Navascues derrocha en Gadisushi auténtica pasión y amor por el sushi. Respeto por el producto, de primerísima calidad, tecnica depurada y creatividad agradecida, necesaria, pero contenida para respetar lo que es una de las cocinas más artísticas, armoniosas y delicadas que existen. Seguiré soñando con esas piezas sublimes, mientras llega la hora de la próxima visita. Las comparaciones son odiosas, pero a partir de ahora, en lo que a sushi se refiere, serán inevitables. Para cuando, Mau, un Gadisushi en Sevilla? Absolutamente necesario. Gracias a todo el equipo por el excelente trabajo y servicio.
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