Me enfrenté a una gastronomía desconocida para mí, la salvadoreña, con curiosidad pero también con cierto nerviosismo ya que había convencido a tres amigos para descubrirla juntos. Desvelo el final para no crear tensión: todos quedamos muy satisfechos y no me gané ninguna regañina, ja ja. Había descubierto la existencia de este restaurante por pura casualidad. Pasaba por enfrente y me llamó la atención un cartel con las fotos de sus platos. Y así, unos días después, nos presentamos los cuatro para probarlos. El local no es muy grande pero está bien distribuido. Lo que sí tiene de sobras es animación y colorido por la decoración y pintura de sus paredes. La camarera que nos atendió fue simpática y paciente ya que tuvo que explicarnos qué era prácticamente todo lo de la carta. Sin perder nunca la sonrisa nos aconsejó acerca de lo que pedir avisándonos de que las raciones eran muy abundantes para que no ordenásemos en exceso. Tomamos una pupusa (similar pero distintas de las arepas colombianas) por persona y compartimos tamales de pollo y de elote (maíz dulce) con crema, enchiladas de pollo y carne y un plato enorme de fritada que llevaba yuca, platano, chicharrón y chorizo. Para beber optamos por zumo de guanábana tras aseguramos de que los hacen con fruta real, nada de polvos. Definitivamente salimos bien contentos tras nuestro primer encuentro con la gastronomía del país más chiquito de Hispanoamérica. Por cierto, de ese detalle geográfico es de donde viene el nombre del restaurante; el pulgarcito de América.

Un precioso local con un servicio muy amable! Es la segunda vez que voy, las porciones son muy generosas y todo está buenísimo! Jamás había probado una pupusa, tienes muchísimas combinaciones a elegir, es sin gluten y está riquísima! Mención especial a la cantidad de opciones que hay sin gluten o vegetarianas, recomiendo mucho ir tanto a comer como a cenar